Nosotros, hijos de Estanislao,
al colocar en esta piedra nuestro dolor
se nos rompieron los huesos,
se nos humedeció el corazón,
y se nos hizo un socavón ciego en el pecho,
fuimos entonces ¡ tan tristes!
Y fuimos entonces ¡ tan mineral!
Luego de enterrar nuestros muertos,
seguimos abriendo camino hacia la noche,
rompimos piedras, estrellas, lunas y años
(se nos rompieron los huesos)
Muchos de nosotros aquí fueron quedando,
en el fondo desolado de la mina,
en el universo vertical de los piques,
en el beso agotador de las buitras,
en el disparo que dio su beso de Judas,
en el planchón que cayo con el mundo,
en el metalero y su trueno terrible,
en la galería que no soporto su propio cansancio,
en el drift que dio su más caro metal,
y en el día de un año, al morir el otoño
cubierto de hojas y lunas,
(Estanislao Tapia: es el pirquinero al cual verdaderamente debe atribuirsele el descubrimiento del Mineral El Teniente, cuando arrancó las primeras lunas encendidas de la veta Fortuna)