Cierro los ojos y regreso hasta la estación del tiempo,
soy un pasajero que llega en el tren de la melancolía.
hasta estas escaleras que suben y bajan llenas de huellas
de mineros que suben a ritmo de corazón hasta la mina.
La tarde se desviste en los brazos del crepúsculo
Camino por el olvido que florece en estas ruinas
Recojo ecos que humedecen el silencio de Sewell
y levantan desnudas las sombras de lejanos días.
Como barcos anclados en los muelles de mi pecho
las luces de los edificios en mis ojos son lagrimas.
En la penumbra de los pasillos y rincones hay lunas
que siembran oscuras y abandonadas golondrinas.
Y van creciendo las remembranzas como una hierba
Vuelvo a ser niño entre tantas soledades y nostalgias
Vuelvo a correr tras una pelota, a jugar con un trompo
que como un planeta en mi mano abierta, gira y gira.
Veo regresar a mi padre con su mármol cansado,
su cuerpo olían al cobre y sus manos a piedras frías.
A mi madre doblada en el frió lavadero de cemento
y en los pasillos largos de los edificios la ropa tendida.
Y mientras la nieve lentamente extiende su metal helado
en la ventana mis ojos de niño cuentan sus vetas platinas.
El pito de las doce rebotando en los muros de los montes
y la campana de la escuela llorando bronce libre en la brisa.
Mientras la tarde se llena de grillos que lloran, llueve ¡
Ay, qué profundo oleaje nos humedece las arterias.
En la estación de Sewell parte el tren de los recuerdos,
soy un pasajero más de su largo viaje hacia la nostalgia.